Las historias de la lingüística suelen describir el siglo XIX como una especie de sucesión con dos grandes momentos, la gramática histórico-comparativa, en su primera mitad fundamentalmente, continuada después por la Neogramática (curiosa traducción, por cierto, de la bibliografía española para el término «Junggrammatiker»).
El caso es que la preeminencia de ambos modelos no deja de ser cierta, con una autoridad y repercusión incontestables en la tradición disciplinar. Solo que hubo bastante más. Sin ese agregado, ese bastante más, quizá no se explicaría, al menos suficientemente, todo lo que sucedió después.
- Los precedentes
Todo arranca de Sir Williams Jones, fundador de la Sociedad Asiática de Bengala en 1784, donde dicta una conferencia llamando la atención sobre las similitudes entre el sánscrito y algunas lenguas europeas. Es cierto que Jones era un políglota consumado (se le asigna el conocimiento de 29 lenguas), es cierto que había estudiado sánscrito en profundo, es igualmente verdad que da a la luz la gramática de Panini, pero es una impresicisión mayúscula atribuirle a él la primera luz acerca de la proximidad del sánscrito con algunas lenguas europeas. Los jesuítas llevaban tiempo dando noticia de ello, formaba parte de una convicción cada vez más acentuada entre los eruditos de la época. Jones le da forma, la presenta y, por supuesto, alcanza una repercusión desconocida entre sus coetáneos.
Por supuesto, no dispone del enorme bagaje empírico de Hervás, ni tampoco de una perspectiva tan abarcadora como la del jesuíta español.
2. Gramática histórico-compartiva.
Los estudios especializados arrancan en Alemania, de la mano de un poeta, August Von Schlegel, profuso conocedor de la literatura hindú (que traduce) e iniciador del interés por el sánscrito en ese país. No solo eso, sino que a propósito de ese conocimiento propone establecer una clasificación que discriminie lenguas aglutinantes, aislantes, flexivas e incorporantes. Es un paso hacia adelante en relación a Jones que supone, ni más ni menos, que un hito para la lingüística tipológica. Un hito firme, por lo demás, dado que esa división, en líneas generales, se mantiene todavía hoy vigente.
El testigo lo recogió el filólogo danés Rasmus Rask, una de las personalidades más sugerentes de la lingüística de la época. Rask fue un filólogo profesional, con gran formación y apoyo de la propia corona danesa. No solo conocía multitud de lenguas, sino que elaboró gramáticas descriptivas de muchas de ellas (español, frisio, inglés, etc.). Asimimso, tuvo conocimiento directo de las lenguas orientales, gracias a los viajes financiados por los monarcas de su país.
Rask propuso establecer un parentesco firme entre el sánscrito y la mayoría de las lenguas europeas, sobre todo las del tronco germánico que formaban parte de su entorno inmediato. Es más, destacó la importancia de subrayar esas similitudes también en el sistema gramatical, y no solo en el léxico. Dasfortunamente, su prematura muerte impidió saber si hubiera sido capaz de desarrollar una metodología específica para acometer ese estudio.
Hubo de volverse a Alemania para encontrar ese inicio de sistematización, aunque fuese de nuevo en un entorno no demasiado especializado. Fue un intelectual de amplio recorrido como Jacob Grimm (autor entre otras cosas de la recopilación de cuentos infantiles más famosa de la historia de Occidente) quien elaboró la conocida Ley de Grimm que explica parte de la evolución fonética del antiguo alemán. Según la misma, las oclusivas sonoras indoeuropeas se convierten el sordas cuando pasan al germánico; las sordas en fricativas y las oclusivas sonoras aspiradas en fricativas sonoras. Dicho de otra manera, a las consonantes germánicas p, t, k, les corresponden b, d, g en otras lenguas indoeuropeas.
Como se verá más adelante, la Ley es harto mazible, lo que no impide reconocerle el enorme mérito del avance sistematizador que supuso en su tiempo.
El impulso definitivo a la Gramática histórico-comparativa vino de Franz Bopp, esta vez sí, un filólogo alemán netamente académico. De profusa formación en lenguas orientales, de las que era un extraordinario conocedor, Bopp desechó la tesis de que la lengua primera y común fuera el sánscrito. Optó, como a la postre ha sido corroborado, por una proto-lengua común desde el Indo hasta el confín de Europa (con algunos islotes excepcionales) que se correspondería con el indoeuropeo. La hipótesis correcta, por tanto, estaba siendo formulada.
Bopp, además, insistió en la conveniencia y en la necesidad de articular un método que explicara la evolución lingüística a partir de esa protolengua, acudiendo a referencias formales en la morfología y el léxico.
Schleicher no se dedicó a ello, sino a terminar de perfeccionar el modelo mediante su teoría arbórea de la evolución de lenguas, en función de la cual, como sucede en la naturaleza, de una lengua madre iría surgiendo lenguas-hijas, y así sucesivamente.
Durante años la figura de Schleicher ha sido incomprensiblemente ignorada en la historiografía lingüistica, o en su caso acusada de excesiva sumisión al paradigma naturalista. Es obvisa la admiración de Schleicher por las teorías evolucionistas. Pero me parece por completo exagerado desacreditar una teoría por la adscripción a un paradigma, cuando a fin de cuentas todas están sujetas a un tipo u otro de paradigma. Por lo demás, habría que tomar en consideración la indudable capacidad descriptiva de los planteamientos de Schleicher, tanto que hoy forman parte de los socialmente consabido.
Friedrich Diez se encargó de concretar esos planteamientos a un ámbito (las lenguas románicas) dentro de las cuales procedió a estudiar sus evoluciones respecto del latín y la trayectoria de sus literaturas. Funda de ese modo la Romanística, hecho absolutamente trascendente, puesto que siguieron ese ejemplo otras familias de lenguas, dando lugar posteriormente a la eslavística, la anglística, la orientalística, etc.
Una de las primeras y más depuradas aplicaciones de esa metodología se realizó en España de la mano de Milà i Fontanals, sobre todo en su análisis de las interrelaciones lingüística y literarias entre provenzal, catalán y castellano.
3. Los jóvenes gramáticos de Leipzig (Neogramáticos)
En la segunda mitad de la centura, congregados en torno a la universidad de Leipzig, unos entonces jóvenes gramáticos (Osthoff, Brugmann, Paul, entre otros) proponen una nueva forma de ver la evolución de las lenguas que, como era previsible, termina alcanzando al nivel teórico de pleno.
En primer lugar, depuran el método histórico-comparativo, sobre todo en lo concerniente a la delineación de leyes evolutivas. Grimm había presupuesto que un sonido se comporta siempre de la misma forma en un contexto de evolución lingüística. Sin embargo, los neogramáticos recogen las excepciones, lo que les obliga a ser mucho más precisos en sus formulaciones. De esa manera, recogen las condiciones que son necesarias para que se produzca una evolución lingüística. Verner, Osthoff, Grassman trabajan en esa dirección.
Solo que esas leyes situaban en la antesala de una de las grandes cuestiones, no solo de la historia de las lingüística, sino de las preocupaciones humanas en general. ¿Por qué cambian las lenguas? Esa será la gran aportación de H. Paul, de una vigencia tan extraordinaria que, casi una centuria después, seguirá orientado a H. Lüdtke en sus contribuciones en esa dirección.
Con todo, probablemente la contribución de más calado de la Neogramática consista en su mirada hacia la realidad empírica, los dialectos, que atestiguaban el paso del tiempo desde el presente y que, por lo tanto, permitía reconstruir el itinerario evolutivo de los idiomas. A partir de ellos ya no habrá vuelta atrás y será inexcusable observar las lenguas atendiendo a su realidad inmediata.
4. El tránsito hacia el siglo XX
El siglo XX arranca con Ferdinand de Saussure que, en todo caso, no surge por genialidad singular y espontánea, sino que viene a culminar un proceso ya iniciado entre ambos siglos. Es época fecunda y creativa, tanto que en ellas hay antecedentes explícitos de todo lo que será la lingüística del siglo XX, incluso más allá del estructuralismo saussuriano.
De un lado, Badouin de Courtenay y Kruszewski avanzaron en la delimitación de los conceptos de fonética y fonología, de un lado, y en la de significado y significante, de otro.
De otro, en Estados Unidos Boas y Sapir sientan las bases de la antropología lingüística, esto es, el estudio del lenguaje en su contexto cultural.
Gillièron, Bartoli y Ascoli inician la geografía lingüística, antecedente directo de la dialectología. De ellos parten los primeros atlas lingüísticos y las primeras teorías de la distribución espacial de las innovaciones lingüísticas.
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